Patagonia exigente

Me apunté a una web y con un itinerario preciso. Incluía muchos focos de atención. Necesitaba un encuentro transformador, un antes y un después. Un precioso viaje que me permitiera pasar a otra vida diferente. hacía memoria de las lecturas sobre los ritos de paso, momentos de incertidumbre donde cambia el paradigma y los agarraderos que se conocen. Parejo al cambio que experimenta un material que pasa de estado sólido a un estado líquido. Nada vuelve a ser igual.

Sin embargo, ya se había transformado algo en mí. El viaje solo constató la realidad. Un rito de paso y una experiencia inigualable. 
Cómo no recordar aquellos parajes tan maravillosos y esa ruta 40 infinita llena de soledad y calma. Reposar la mirada serena, divagando, recapitulando también un poco.



Ahora me parece todo muy lejano. Patagonia hechiza y enamora. Esa extensión yerma, vacía. Te atrapa desde el primer momento. El pensamiento transita por la misma extensión que tiene ante sus ojos. Grandiosa. El horizonte se pierde, el cielo nítido y el perfume de la tranquila naturaleza. Las imágenes que recreo de mi viaje son recuerdos danzantes que quieren escapar de mi pensamiento. Salir y embrollarse en el mundo de la presencia. Evoco ese sentimiento lejano y salvaje de soledad y agradecimiento. 




 

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