Mi bombón

La melancolía es la tristeza que ha adquirido ligereza 
Italo Calvino
Adoro a Marco, ¡es tan bonito!
Hoy me he levantado muy cansada, es este estío que se vuelve un poco molesto, la canícula hace que la gente se vaya de vacaciones y la vida se pare, mientras que los que nos quedamos estamos aislados dentro de la bulliciosa ciudad. Ello ayuda a la aparición de un sentimiento de melancolía impropio de esta época. Me sucede más en otoño cuando los días acortan y la atmósfera se torna gris.
Hoy es domingo, 4 de agosto, un día hermoso y soleado. El aire huele a verano, llega el sonido de los pájaros atareados en sus quehaceres. Vaya hastío! Me encuentro sentada, convaleciente y con la cabeza llena de tonterías.
Me gusta ser la protagonista de mi novela, todo un libro con sus páginas, y vivir, no observar el mundo a través de Google Maps o de fotografías pasadas, quiero vivir con toda mi alma y que sea real.
Mi compañero de trabajo, Rafa Murillo, me ha regalado una preciosa frase:  ...Descubría en cada milímetro que vivir no es solo vida, sino darse cuenta de que somos esa vida...
La negatividad no va a ningún sitio, he estado luchando cinco años contra el cáncer, y no ha servido de nada, y estoy muy cansada realmente. Pero de lo negativo nada se ha escrito, hay que mirar hacia delante.
Podría hablar de mi madre, tiene demencia, es una tristeza inconmensurable la que siento cuando la observo, era muy inteligente, ¡con lo premiosos que eran sus hermanos! Hay veces que la pregunto, en esos momentos que se encuentra tan callada: ¿en qué piensas mami?  Y me contesta que nada, que tiene la mente vacía.  Ella que no podía parar la cabeza, que acumulaba continuamente pensamientos, ahora dice que tiene la mente vacía. Siempre recordaba a su padre y ahora estoy convencida que lo mencionaba para no olvidase de él. Sin embargo, el otro día me dijo que ya no sabía como era…
Por todo ello he juntado muchos de los retratos que he pintado a Marco, lo más bonito del mundo. Y he pensado que esta vida bien vale unas carcajadas y sentarse a mirarla con ojos extrañados y convertir cada día en una buena página para nuestro propio cuento.







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